Monday, August 20, 2012

El que sostiene mirada al sur nunca notará la prisa que carga él. Serenado por los encuentros de sueño, no caí duda que el muy audaz, también derrama sudores de locuras.



En muchas ocasiones llegue a ver los frutos de este hombre impasible.

Hechos únicos que coincidían en momentos enigmáticos.
Cuerpos temblantes, ojos rociados por la lluvia,
trigo por los cabellos de la tierra,
estrellas corrientes por las noches escapadas.



Uno crearía que ese él no tendría más que una mirada arcaica.

Pero debajo de ese rostro lejano, hay pedazos de un ser bien apreciado.



Posiblemente, aunque no recuerde bien, ese día en que lo conocí fue como cual quiera otro.

Solo que ese miércoles, martes o lo que sea, al coger el teléfono escuche una voz desconocida. Los gemidos de un naufrago que ahora solo quedan como retumbos en mis oídos. Dejándose abrir de un suspiro a otro, el tu y yo desarrolla una y otra vez como explosiones de un canon.



No hay consistencia en estos instantes vividos.

Pero por lo menos existen discos rayados, dibujos sin talento, y palabras socialmente construidas.



Un príncipe de tal rosa, de un zorro y de sesenta y siete puestas de sol, es él.

Y de vez en cuando, a ese hombre lo conozco.

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